Un blog de Conchi Piñeiro, socia de Altekio, en colaboración con Raúl Rodríguez
Relato del foro abierto del 7 de mayo de 2025 en La Casa Encendida
Este segundo Foro Abierto del año fue un espacio de encuentro para explorar, desde lo colectivo, las emociones que emergen ante la acción climática, tanto a nivel individual como colectivo. Vivimos en un contexto de alta incertidumbre, y eso nos confronta a veces con la parálisis, la confusión, el no saber qué hacer, incluso cuando sentimos dentro un fuerte deseo de actuar.
Una reflexión central que surgió fue sobre el tiempo: la urgencia que requiere la situación y la necesidad de, al mismo tiempo, permitirnos pausas. Se habló del valor de estar presentes, de habitar el momento y reconocer lo que sí es posible hacer ahora, sin que nos atrape la visión de un futuro inalcanzable o abrumador. Esta atención al presente ayuda a gestionar lo emocional y a sostener los aspectos más difíciles del proceso.
En esta línea, se resignificaron algunas emociones y estados que suelen etiquetarse como negativos. La parálisis, por ejemplo, se reconoció como una oportunidad para detenerse y conectar: con una misma/e/o, con el entorno, con el deseo profundo. La soledad, si es elegida, puede volverse también una aliada, un espacio para el autoencuentro. El no saber se transformó en posibilidad, como una especie de estado de gestación que puede abrir preguntas potentes y caminos nuevos.
A lo largo del foro, se puso en valor la posibilidad de hacer diferente, desde la curiosidad, el juego, y la experimentación. Se nombró la flexibilidad y estabilidad emocional que a menudo vemos en la infancia, como fuente de inspiración para relacionarnos con la acción climática desde otros lugares.
Uno de los momentos especialmente significativos fue el intercambio entre dos participantes, donde apareció la metáfora de la sal en recuerdo a Ghandi para hablar de la confusión y la responsabilidad. Allí se nombró que, a veces, no saber qué hacer no es un fallo, sino una invitación a parar, sentir, observar qué quiere emerger desde ese lugar incierto, permitirse hacer algo nuevo que aunque pueda parecer pequeño, se vuelva significativo a través de la vinculación con un elemento tan cotidiano como la sal.
Durante todo el encuentro, resonaron palabras como enfado, confianza, y lo colectivo. Se reconoció que la acción compartida puede ser profundamente transformadora, pero también puede conllevar dolores, tensiones o incluso fracasos. A pesar de ello, se reafirmó la importancia de seguir confiando en los espacios colectivos como fuente de potencia, de sentido y de cuidado. Se compartió la importancia de gestionar esos dolores y duelos de lo colectivo para poder abrirse a un nuevo ciclo de experimentación con los aprendizajes.
Otro tema que emergió fue la conexión entre lo urbano y lo rural, como una articulación necesaria para sostener respuestas eco-sociales más integrales y diversas.
Este foro fue, en sí mismo, una experiencia de indagación colectiva. Un momento para mirar con más conciencia qué nos moviliza, qué nos detiene, qué sentimos cuando nos acercamos —o nos alejamos— de la acción climática. Y, sobre todo, un espacio para recordarnos que el poder transformador no reside solamente en saber qué hacer, sino en atrevernos a sentir, preguntar y compartir en comunidad.
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El tercer y último foro de este año será el 29 de octubre y abordará cómo vivimos las desigualdades y la emergencia climática, qué duelos y qué aperturas estamos haciendo en este contexto.